
Imagínate por un momento la siguiente situación. Un Ferrari 458 Spider sale inmaculado del concesionario, cuando su feliz y orgulloso propietario junto a un amigo decide ir a probar su nueva máquina. Dos horas después, el Ferrari yace completamente destrozado y siniestro total en una cuneta. El suceso se produjo este mismo fin de semana en las carreteras del Norte de Mallorca, cerca de unos tramos de montaña tan divertidos como peligrosos, aunque en apariencia el accidente se produjo en una recta y no implicó a otros vehículos.
Los ocupantes del Ferrari 458 Spider abandonaron el coche – sin que sufrieran daños físicos personales – en la propia cuneta hasta que las autoridades, tras numerosas llamadas de otros conductores, tuvieron que intervenir y buscar al conductor fugado, que por cierto no conducía ebrio. Desconocemos los detalles del accidente, aunque por la naturaleza del choque podemos hacernos alguna idea y elucubrar acerca de lo que pudo suceder aquella aciaga mañana.
Un superdeportivo sigue siendo una máquina delicada y hasta peligrosa
Precisamente el problema de un superdeportivo es que corregir una situación peligrosa, por ejemplo una pérdida de tracción en la zaga, es bastante complicado si no se tiene la experiencia suficiente y salvo que el conductor tenga nervios de acero y buen conocimiento de lo que se trae entre manos, el momento en que se percate de lo que va a suceder a continuación puede ser demasiado tarde y el choque o la salida de la carretera inevitable.
Tal es el par y la potencia que desarrollan estos deportivos al pisar el acelerador a fondo, que un exceso de confianza puede llevarnos a tener un accidente tan absurdo como inevitable como el de aquel Lamborghini Gallardo siniestrado que vimos este mismo año.
El cazador cazado: depredador en circuito, presa fácil en carreteras complicadas
Pensemos en lo que nos puede suceder a tal velocidad si topamos con un socavón, un bache o variaciones esporádicas en la adherencia del asfalto por la presencia de agua, aceite o arenilla. Definitivamente son situaciones para las que un deportivo no está preparado, o al menos no fue pensado para enfrentarse a ellas a gran velocidad y en condiciones que distan mucho de las que nos encontraríamos en un circuito de carreras.
Pero por desgracia, seguiremos viendo superdeportivos estrellados y la historia del Ferrari que pereció días o incluso horas después de salir del concesionario, seguirá repitiéndose una y otra vez.
Fuente: El Diario de Mallorca | Motorpasión
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